viernes, 24 de febrero de 2012

Stella McCartney vive de su talento, no de su apellido

Stella McCartney no es una hija de al uso. Pese a llevar uno de los apellidos con más peso de la cultura pop del siglo XX, la hija del beatle Paul McCartney y la fotógrafa Linda Eastman es una rara avis que, a pesar de ser la descendiente directa de una pareja famosa y multimillonaria, ha conseguido ser respetada por su trabajo y su talento, al margen del peso de sus influyentes genes. Frente a personajes como Paris Hilton, que llegó a ocupar durante años las portadas de las revistas gracias a la explotación de la dudosa fama que le dio un vídeo porno unido al apellido de su abuelo, el magnate de los hoteles Hilton, McCartney se ha construido una sólida carrera como diseñadora y todos los que cuentan en el mundo de la moda así lo reconocen. Si no, alguien como la picajosa y exquisita Anna Wintour, poderosa directora de la edición estadounidense de la revista Vogue, o Stephano Tonchi, director de la revista W, no habrían aparecido esta semana en la inauguración de la nueva y flamante tienda del barrio neoyorquino del Soho, adonde la diseñadora ha decidido mudarse, dejando atrás aquel espacio pionero que ocupaba en el Meatpacking District.

Esta semana ha abierto tienda en el soho neoyorquino rodeada de estrellas

Amiga íntima de Madonna, arremete contra las famosas que usan pieles

La inauguración fue una excusa para que muchos famosos que visten con su ropa se dejaran ver, desde Liv Tyler a Naomi Watts, pero sobre todo fue una abierta declaración de amor hacia esta creadora que además acaba de anunciar que será la encargada para Adidas del diseño de la ropa y el logo del equipo olímpico de Reino Unido para los Juegos de este año. "Es un reto fascinante, una oportunidad única", declaraba entusiasmada esta misma semana.

Pero los retos son algo a lo que esta mujer de 40 años está más que acostumbrada. Se educó en la célebre Central St. Martins College of Art and Design, de donde también bebieron Alexander McQueen o John Galliano. Y, al igual que ellos, siendo aún muy joven y con solo dos colecciones propias bajo el brazo, McCartney dio el salto como directora creativa, en su caso para la firma parisiense Chloé, para la que trabajó entre 1997 y 2001. Sustituía a Karl Lagerfeld, un diseñador que en un principio dudó mucho de la capacidad de McCartney para enfrentarse al reto, llegando a afirmar: "Deberían haber escogido a un gran nombre. Y lo han hecho, pero de la música, no de la moda. Ojalá tenga tanto talento como su padre". Pese al escepticismo inicial, y las acusaciones contra Chloé de haberla elegido por su apellido y por la publicidad gratuita que eso le daría a la marca, tras su trabajo inaugural, Vogue proclamó: "Su primera colección ha eliminado cualquier duda sobre su talento".

En el año 2002 su propia firma, Stella McCartney, se asoció con el grupo Gucci, y desde entonces la diseñadora va por libre, acumulando premios y alimentando un emporio empresarial que ya cuenta con 17 tiendas propias y 600 puntos de venta en 50 países que no dejan de generar beneficios.

Educada por sus padres en el vegetarianismo (su madre, fallecida en 1998, fue una de las pioneras entre las famosas que optaron por renunciar a la carne), Stella también aplica su respeto por los animales a la moda, evitando la utilización de cuero y pieles en sus diseños y arremetiendo sin pudor contra aquellas famosas que se atreven con las pieles, incluida su íntima amiga Madonna, a la que lleva años "tratando de educar" sin mucho éxito mientras la viste y diseña los trajes de sus giras.

Entre sus allegados se la conoce como una mujer de principios, que mantuvo las distancias cuando su padre decidió casarse con Heather Mills, apenas tres años mayor que ella y a la que nunca aceptó como alguien de la familia. En cambio, sí se ha entregado por completo a la tercera mujer de Paul, la neoyorquina Nancy Shevell, para la que incluso organizó la boda y diseñó el vestido de novia.  elpais.com

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