jueves, 1 de diciembre de 2011

Réplica del antiguo apartamento de Lennon, en Orlando


En Orlando, Florida, en medio del mundo infantil que millones de turistas visitan cada año, hay un tesoro para coleccionistas: la réplica del hogar neoyorquino del exbeatle.


Los años setenta estaban recién nacidos y mientras la noticia musical del planeta era la separación de The Beatles y la consecuente carrera en solitario de cada uno de los cuatro exintegrantes del cuarteto de Liverpool, el menos célebre cantante italo-argentino Piero mascaba las primeras líneas de su famoso himno contra “Los americanos”.

Piero protestaba, como los Beatles, contra la guerra, la occidentalización de la cultura y el consumismo occidental: “Si conocen de historia/ no es por haber leído/ sino de haberlo visto/ en el cine americano./ Con grandes escenarios/ y música grandiosa,/ en el sutil estilo/ de los americanos…”.

Y tenía razón. En parte. La industria cinematográfica era y es uno de los renglones más destacados de la cultura y la economía estadounidense —a la cual Hollywood aporta cerca del 10% de ingresos totales—. Mucha de la literatura infantil, por ejemplo, ha sido enseñada al mundo por la industria cinematográfica. Por ello es mucho más fácil encontrarse a alguien que conozca la tierna historia de la Cenicienta fabricada por Walt Disney en vez de la vieja versión de Wilhelm y Jacob Grimm, aquella en la que las hermanas de Cenicienta se cortaban los dedos y los talones para que la zapatilla les quedara a la perfección.

La versión americana de Blancanieves también excluye el episodio de la historia original alemana en el que la madrastra malvada es condenada a bailar con unas zapatillas de hierro ardiente hasta que muere.

Rapunzel, el Gato con Botas y muchas otras resultaron igualmente adaptadas al estilo, que le disgustaba a Piero, para ser exhibidas en las pantallas de cine sin que resultaran agresivas para los niños. Fueron reescritas en ese mundo que Disney creó hace casi 90 años, que ahora genera ingresos por más de 30 mil millones de dólares y que dio hasta para la construcción de una ciudad de parques infantiles en Orlando, Florida, a la cual llegan anualmente más de 48 millones de visitantes. 48 millones de turistas, cifra casi irreal, mágica.

Pero en medio de las montañas rusas, las animaciones en 3D y un infinito mundo de productos de la marca Walt Disney, hay un destino que no necesariamente es para niños y que le ha granjeado fama adicional a Orlando. Está en el parque de los estudios Universal, en el segundo piso del Hard Rock Café. El Hard Rock Café más grande del mundo. Es la réplica del apartamento de John Lennon, el legendario integrante de The Beatles asesinado en 1980.

Construido a imagen y semejanza de aquel en el que el artista vivió en Nueva York desde 1971 y que hace cuatro años fue comprado por Tom Cruise y Katie Holmes, conserva desde una réplica de la partida de matrimonio de Lennon y Yoko Ono, en Gibraltar, hasta el viejo mueble con tejido artesanal que el artista rompió a fuerza de empujones con el diapasón de su guitarra acústica cada vez que se sentaba a interpretarla.

El piano original, autografiado por los más grandes rockeros de ayer y hoy, las carátulas de sus discos de antes, durante y después de The Beatles, los reconocimientos por ventas —varios de ellos por más de medio millón de copias—, los trajes con los que salía a escena y la ropa con la que se vestía en casa. Pinturas propias y ajenas, autorretratos en distintos tamaños, fotos de Yoko, fotos con Yoko y fotos para Yoko. Un tesoro para coleccionistas.

El apartamento es resguardado con recelo. Incluso está insonorizado para que la algarabía de los comensales del bar no interrumpa a los fanáticos del artista, quienes no deben pagar costo adicional por ingresar a su santuario. Basta con que profesen su fe en la leyenda del rock y no importa si gustan o no del mundo de personajes mágicos construido en los parques infantiles que rodean el lugar.

Por ello no sorprende que hasta allí lleguen por igual los fanáticos de Disney y aquellos a quienes no les atrae mucho el mundo mágico. Los que crecieron viendo las aventuras de Tío Rico y los que lo hicieron llevando bajo el brazo las ácidas recomendaciones que daba Armand Mattelart para leer al Pato Donald.

Al fin y al cabo The Beatles no reconoce fronteras. Y el Hard Rock Café de Orlando tiene su propia magia. Cualquiera que llegue hasta allí siente que está viviendo la película de Michael Lindsay-Hogg que honra al músico inglés: ‘En el apartamento de Lennon’ . www.elespectador.com

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